sábado, 13 de septiembre de 2008

LAS TIENDAS DE LA MARINA.


Llama la atención al forastero ver que en las principales calles de La Marina, sin contar la plaza en donde el hecho no ofrece nada de extraño, apenas hay alguna casa que no sea tienda. No todas presentan el verdadero aspecto de tales, puesto que en la mayor parte de ellas no hay más mostrador que una mesa de pino sin pintar, ni más aparadores que el desnudo suelo en donde se hallan depositados, en no muy buen orden, los géneros de especulación. Allí se encuentran en amigable compañía los tejidos con las tinajas; los lebrillos y los botijos; las especias con la mercería; el vino y el aceite con la quincalla; etc. Esta confusión de artículos no es peculiar de tales tenduchos, pues hasta los establecimientos mejor montados tienen más el carácter de bazares que el de comercios especiales.
La explicación que he obtenido de la existencia de tanta casa de venta es la siguiente: en La Marina la mayor parte de los vecinos son o patrones de barco o marineros. Unos y otros suelen traer pacotillas de sus viajes, y no tienen mejor manera de darles salida que poner en su propio domicilio y al cargo de su respectiva familia, un puesto de venta.

Victor Navarro. 1901.

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