Muchos ibicencos no han recorrido nunca la Calle de la Soledad. Parte de la Plaza de la Catedral y avanza, estrechísima y duramente angulosa, hacia poniente. Va emparejada con la calle del Obispo Torres, pero traspuesta a lo más recóndito de la ciudad vieja. La flanquean, rasando los muros, altas ortigas, y su centro exhibe, entre verdines, las piedras blanquecinas del empedrado antiguo.
La calle tiene un pequeño ensanchamiento, una aspiración de plazuela, entre la pared alta de un jardín y la fachada de un caserón. Allí el sol logra alcanzar el suelo.
Nadie transita la calle; nada altera su paz.
sábado, 20 de septiembre de 2008
CALLE DE LA SOLEDAD.
Publicado por . en 9/20/2008
Etiquetas: Enrique Fajarnés Cardona
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