sábado, 13 de septiembre de 2008

ATARDECER EN SANTA LUCÍA.


La grandeza de los baluartes mantiene a la ciudad vieja apartada de la vida del arrabal.
Pero el de Santa Lucía, sobre el barrio de sa Penya, es propicio a la comunicación. Por ningún otro punto se ensalzan mejor la altura y el llano. Porque al pie de Santa Lucía las casas son pequeñas, se vive en la calle, y la mujer es tan vivaz y comunicativa que las callejitas ascienden en ruidos, en voces, en llamadas, y hasta materialmente en las telas verdes y rojas de una cometa.
Santa Lucía es el ensamblaje cordial de las dos ciudades. Y fue el paseo de los señores.

Las tardes de agosto, una vez traspuesto el sol, son allí deliciosas.
La esquina de levante, agudísima, pasa idealmente, como proa de navío, entre dos mares, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y allí son distintos, para duplicar detalles y encantos a los ojos de los que pasean por el puente.
Los paseantes de Santa Lucía llevan las miradas de un mar al otro. Ahora se alinean en la borda de estribor del baluarte; en seguida pasan, unánimes, a la de babor. Constantemente hay sucesos que incitan al tránsito.

Enrique Fajarnés Cardona. "Lo que Ibiza me inspiró". 1978.

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