miércoles, 22 de octubre de 2008

LOS BALUARTES.


A media altura de la ciudad empinada, son miradores de lo más alto como de lo que está a sus plantas, se consulta en ellos el reloj de la catedral y se contempla la entrada de un barco en el puerto. En invierno son terrazas al sol, en las noches de verano, ámbitos fresquísimos. Su suelo verdea con las lluvias otoñales y en primavera se cubre de margaritas menudas.
De las troneras se retiraron los cañones antiguos. Pero sus deportillos son los balconcitos donde los contempladores ensanchan su visión de la marina y el puerto, o bien alcanzan la de las gentes que pasan al pie de los baluartes. Y por su estrecheza, su hondura y su riqueza herbosa, las parejas encuentran en los baluartes ocultación favorable.

Enrique Fajarnés Cardona.
Lo que Ibiza me inspiró. 1978

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